(Madrid) Ana J. Durán
El día 29 de abril se
estrenó en el teatro Corral de Comedias (la coreógrafa prefiere decir que es
todavía un trabajo en proceso) la obra Soltar el mirlo (Ida en danza). Convocada por la profesora e
investigadora en la Universidad de Alcalá (Madrid) del Dto. de CC. de la
Educación Marta Arévalo y el director Jesús Camaño Ochoa de la Universidad de Alcalá, la
artista argentina Laura Szwarc compuso la obra que se presentó en el
cierre del Festival de la Palabra como otro homenaje a la poeta Ida Vitale. (Entrar a ese teatro por el que pasó la
Historia, es uno de los enriquecedores momentos de la vida.)
Al acercarnos a
nuestras butacas nos envuelve el sonido del teclear de una máquina de escribir,
una cadencia que nos acompañará durante los 60 minutos de la pieza. Ese
tipeo será realizado, con enérgica gracia, por Cristina Cejas.
La entrada de dos
bailarinas marca el comienzo de un acontecer. Ellas se quedarán en el
escenario, acompañadas en forma intermitente por la presencia de un coro
danzante.
Sobre
el telón de fondo se proyectan imágenes de un film lleno de matices, un
lenguaje fuera de lo convencional, realizado para esta obra por Angie De la
Lama y Guille Quintanilla en las que otras manos tocan las letras de otra
máquina de escribir (y escriben). Los movimientos de la mecanógrafa (en vivo) y
los que llegan desde la pantalla, construyen una singular danza de las manos. Una
polisemia late oculta entre esos planos: una película en blanco y negro donde
aquel universo que habitaron los escritores se relata: los dedos, un pullóver
que se remanga, la cinta que se gasta y hay que reemplazar o dar vuelta. Mientras,
el movimiento de la mecanógrafa que con
tenaz insistencia reescribe los poemas, una copista fervorosa en el siglo XXI.
(Si bien es sabido que Ida Vitale escribía “a mano” y corregía
incesantemente, festejamos que esta
coreografía – homenaje no sea una “ilustración” de poemas” sino una pieza
dancística donde el nomadismo, el
proceso de escritura, la creación en sus múltiples facetas son algunas de sus
temáticas.
Las dos bailarinas
están continuamente en el escenario. Dos mujeres con sus historias, en un
exilio exterior que también podría ser interior porque la desesperación cabe en
ambos. Llega para ellas el alivio en ciertos momentos: cuando se sostienen en
las caídas o cuando buscan una silla por ejemplo, aunque a veces impresiona su deseo
de soltarse, desparramarse, abandonar.
Parece que quisieran,
además de los desplazamientos, apartar el cuerpo propio y la cercanía del otro.
Escurrirse. Pero la irrupción de un coro danzante les dice del no saber
y, en su obstinación, repite los movimientos hasta que algo lo detiene. Este
coro rodea los cuerpos de las bailarinas o se entromete con ellas. Un silbido
parte desde las bocas del coro. El movimiento es, por un instante, la quietud
misma, y ese silbar que vibra en el aire, nos recuerda el título de la obra: “Soltar
el mirlo”, dejarlo salir del espacio cerrado. Y nos devuelve a la poética
de Ida Vitale en “de plantas y animales”. Se retira el coro del
escenario, tal vez demasiado adherido a una identidad como reflejo. La iluminación de
Germán Gundín y el diseño sonoro de Joaquín R. Díaz son parte importante
de esta composición.
Las
bailarinas Laura Barragán y Natalia Fernández brillan en ese transitar desolado
y, por momentos, también feliz.
La
coreógrafa logra una obra en tres planos que combina sincrónicamente lo
audiovisual, el sonido y la interpretación en vivo de bailarinas (con su coro).
Las dos bailarinas, magníficas.
Laura
Szwarc nos ofrece una poética, una creación singular en su revelación.
(c) Ana J. Durán*
Madrid
*corresponsal en España
No hay comentarios:
Publicar un comentario
comente esta nota